La primera, también conocida como baño turco, consiste en un baño de vapor, que no supera los 60º C, mientras que la sauna seca utiliza piedras u otro material, que se calienta, sin liberar vapor y donde se tolera fácilmente temperaturas superiores a 80ºC durante cortos periodos de tiempo.


La sauna posee grandes beneficios, como mantener la piel hidratada, aliviar los dolores de columna, desobstruir los poros y aumentar la circulación sanguínea. Además, combate la hipertensión y el estrés. También relaja la musculatura, limpia y desobstruye las vías respiratorias, desintoxica el organismo y expulsa las impurezas.
Nada más entrar en la sauna, el calor dilata los capilares de la piel para mantener la presión sanguínea y aumenta el ritmo cardíaco. Se transpira en exceso y se abren los poros de la piel, por lo que se eliminan toxinas y se limpia la epidermis a fondo. Se elimina alcohol, nicotina, sodio y colesterol , entre otros, y se pueden eliminar hasta dos litros de agua, que arrastra las toxinas, pero también los minerales, por lo que habrá que tratar de reponerlos al acabar la sesión.
Se alivian enfermedades respiratorias y cutáneas, debido a la alta temperatura y al grado de humedad, que estimula el riego sanguíneo y la regeneración de las células. Favorece la circulación y se fortalece el sistema cardiovascular.
Relaja el cuerpo y ofrece un efecto antiestrés, ayuda a combatir el insomnio y a dormir mejor. Mejoran las enfermedades pulmonares, la artritis y ejerce un efecto positivo sobre el sistema locomotor y psicoemocional.
Deja el cuerpo listo para recibir tratamientos estéticos, terapéuticos y sesiones de masaje. Reduce la celulitis y las adiposidades y mejora las neuralgias, espasmos musculares, dolencias óseo-musculares y la rigidez articular, y mejora los dolores en general.
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