

Un almohadón en el suelo nos indicará el lugar donde sentarse. La cabeza erguida, las piernas cruzadas, sin necesidad de adoptar la difícil posición del loto, los hombros lo más relajados posible al igual que los músculos del abdomen. Se puede también realizar la meditación sentado sobre una silla, para evitar incomodidades innecesarias.
Lograda la atención a la postura debe prestarse ahora la atención a la respiración. Si se pone plena atención en estos procesos los pensamientos que, por lo general, bullen en nuestra cabeza, circulan sin "depositarse", sin resistencia, como algo que pasa libremente a través del yoga o "meditante".
Para avanzar más rápido en este entrenamiento se recomienda alternar la atención a la postura al expirar y enfocar hacia la respiración al soltar el aire de los pulmones.
La técnica de la no resistencia consiste en no esforzarse en meditar. Cuando se percibe que se ha pedido la atención hacia la postura y la respiración se debe, únicamente, recuperar la atención en estos procesos sin mayor análisis.
Con el tiempo se van ampliando los períodos de meditación y en los niveles más altos la meditación zazén se comprende como la fusión del ser en el ser, sin la sensación aparente de ser "yo".
Un monje tibetano describe la postura inicial de esta manera:
"La cabeza tira hacia arriba, empujando al cielo. Las rodillas, en cambio, tiran hacia abajo, empujan la tierra, se unen al suelo. Los hombros deben bajar siguiendo la lógica de su peso, sin tensión. También se relajan los abdominales mientras que sentimos la sensación de que los intestinos pesan, empujando hacia el suelo"
Cuando se ha obtenido la postura y respiración correcta los pensamientos fluyen a través del ser, sin hacer resistencia en este flujo universal, cuestión que permite comprender nuestra verdadera naturaleza.
Imagen: dMap Travel Guide